miércoles, octubre 12, 2005


VÉRTIGO II (fragmento de una carta a Rodrigo Olavarría)



...No creo tampoco que el amor sea esa relación donde todo es perfecto y todo concuerda una cosa con la otra, todo en su lugar. Creo todo lo contrario. Creo que el amor es VER todas esas diferencias. VERTE a ti mismo transgrediendo tus propios límites y cometiendo lo que tú creías las peores fechorías, pero no en nombre del amor (que cursi), si no porque es posible ser esto o lo otro. Porque el otro es justamente OTRO y queremos ver por sus ojos, aunque sea imposible. El que el otro sea justamente otro es lo que lo hace divino. Que otro y no tú te aguante y lo que es más raro… te ame… te quiera matar… quiera matarse por ti… quiera hacer lo absurdo de lo absurdo.

Caeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer,

pero no caerse. Ese es el vértigo.

Entregarse, entregar todo lo que eres a otro. Cachai que es algo como importante, no? Entonces sólo imagina el preciso momento en que tu mano (llena de ti) se extiende hacia otra (que no sabes si tiene la fuerza suficiente para recibir, pero aún así lo haces) que se extiende también hacia la tuya. Imagina ese momento. Imagina las cosquillas en la mano, la falta de aire, el desasosiego sin temor. Imagina por último la felicidad que se sentiría cuando tu mano llega a buen término, imagina que ella tomó tu mano fuertemente, que no dejó que se cayera nada, imagina que ella todo lo contiene y lo que es aún mejor… lo hace crecer.
Eso debiera ser el amor. Al menos es lo que yo entiendo.

Vértigo.

Yo, desde que murió mi padre, he hecho de todo. No siempre he hecho lo que he querido, por razones de lo más domésticas, por cierto; llámense novios, plata, capacidad física, etc. Pero de que he hecho hartas cosas… he hecho hartas cosas.
Por ejemplo, siempre que tuve miedo… seguí. Claro que tratando de esconder el susto, tratando de olvidar todo al día siguiente si es que fue algo demasiado humillante, tratando de repetirlo si es que se trató de algo realmente bueno.
Creo que las únicas cosas que no me he permitido es hacer LOCURAS frente a la gente que quiero demasiado. Saltar de una ventana a otra (cosa que la Fran hace y yo muero) no lo hago justamente por eso. Pero hay otras cosas...
Sentir que no hay nada que perder más que la vida, saber que después que lo hagas (cualquier cosa) no sabes qué mierda hay más adelante (no como con la muerte)... todo ese VÉRTIGOOO.
Yo ya estuve ahí. Creo que todos estuvimos alguna vez ahí y creo que es súper fácil volver ahí.
El vértigo. La vida entera se te cuela por los poros y los muy giles no se dan cuenta que es el vértigo el que te impulsa al vacío o hacia el Hogar.

Recuerdo que cuando comenzaron mis andanzas sexuales (mucho antes de tener sexo propiamente tal), había un momento del manoseo en donde yo paraba. Un momento en el cuál el éxtasis se elevaba tanto y tenía tan dulce sabor, que yo no quería que acabara. Paraba antes de tener un orgasmo y me dedicaba a “pararme en la cornisa” y dejar que el mundo entero me diera vueltas. VÉRTIGO. Antes de la caída, porque la caída significaría el final… parece.

Vértigo. Después de mucho tiempo me he dado cuenta que ese vértigo lo he perdido. Gracias a mi facilidad de entregarme a las situaciones más peligrosas he logrado controlar esa sensación, pero muy a pesar mío.
Entendamos, primero, que las situaciones más peligrosas a las que me refiero tienen más que ver con el peligro de la transgresión de ciertos IDEALES o ESTATUTOS PRIMEROS y PERSONALÍSIMOS, que a situaciones exageradas (y a la vez ridículas) como enfrentar a un posible ladrón armado (digo ridículo porque uno hace esas cosas, justamente porque también se hace lo otro).
Lo he perdido (quiero tratar de ser honesta y eso es debido a las cuatro copas de vino que he ingerido desde el principio de esta nueva carta hasta el momento) por acostarme con cuanto saco de pelotas se me ha cruzado por delante, pensando que eso no sería más que sexo y también por acostarme con cuanto saco de pelotas se me ha pasado por delante, pensando que ESE saco de pelotas pudiera ser AQUEL saco de pelotas que dios me dio en el paraíso (como diría Rojas). Cachai?

Vértigo. No quiero que eso se termine o al menos, quiero que vuelva a tener el sentido que tenía antes del primer viaje.




2 Comentarios:

A la/s viernes, octubre 14, 2005 5:25:00 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

cielos... he quedado muda... e impresionada... de tanto oirte hablar, habia olvidado como leerte.... y q escribes muy bien.. casi mejor q como hablas...

 
A la/s domingo, octubre 16, 2005 11:13:00 a. m., Blogger XXX dijo...

Vaya Vaya Vaya. Qué puedo decir. Es probable que sepa de qué hablar, al menos en varios sentidos, aunque ese vértigo, en mi caso, ha sido superado por varios factores que me han hecho más compleja la forma de mirar este fenómeno del amor y de la entrega. En consecuencia, ya no puedo hacer sugerencias, porque viajo con itinerario propio y dejé de ser la medida de todas las cosas. No sé. No sé. No sé. Nada sé. Escribo por llenar renglones, porque no soy profeta en ninguna de las tierras que he pisado.

 

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal